Si la vida fuera eterna
Pero la vida no es eterna, y de hecho, se pasa en un suspiro.
Si la vida fuera eterna, quizás me podría dar el privilegio de callarme este sentimiento tan hermoso que día a día comienza a brotar en mi corazón cada vez que te veo. No puedo negarlo, pero a veces, por miedo, me lo callo.
Si la vida fuera eterna, no tendría miedo de perderme un atardecer tomada de la mano de la persona que más amo en el mundo, porque sabría que tengo mil horas para recuperar el tiempo que por tímida dejé que se me escapara entre las manos.
Si la vida no terminara, seguramente valoraría menos la dicha de poder amanecer cada día, y simplemente poder sentir la caricia del viento sobre mi cansado rostro.
Si la vida no tuviera fin, seguramente no apreciaría cada pequeño milagro de los que nos rodean a cada paso que damos; tales como la brisa fresca de la mañana o la sonrisa de un niño.
Pero la vida se va en un minuto, lo queramos o no. Por eso, hagamos un esfuerzo para aprovechar cada instante de nuestra vida lo mejor que podamos.
Lo que no logramos vivir, se transforma en pesado anhelo, que con el tiempo, nos enturbia la luz de la mirada.
No lloremos por aquello que se perdió entre el fuego de la noche; ya el polvo del tiempo se llevará las cenizas del dolor del ayer.
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