Pasión casi accidental

Patricia Pixie❤
5 min readSep 10, 2021

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Dos hombres se dejan llevar, casi por accidente, por una pasión.

Photo by ラデク ストーン on Unsplash

Un dolor supremo que lastima por unos segundos a la carne mortal, pero al mismo tiempo, llena el alma con una sensación tan dulce como un panal de miel. Él espera el momento justo hasta sentir que su compañero se encuentra dentro de él, y entonces, se deja llevar por una húmeda explosión de calor. No era precisamente una relación del tipo romántica. Desde el principio, los dos habían acordado en verse cuando sus respectivos trabajos se los permite. Sin tener que darse largas explicaciones o tenerse que justificar frente al otro. Pero casi sin quererlo, los dos se encontraron repitiendo la cita una y otra vez.

David era un contador, y pasar tanto tiempo entre números, lo hizo desear encontrar un escape, aunque fuera temporal, a la frialdad de su trabajo. Y lo encontró cuando menos lo esperaba. En una noche de viernes en el antro de costumbre. La concurrencia parecía no ser muy atrayente esa noche, pero entonces, David vio a alguien que de inmediato llamó su atención. Un chico rellenito, de piel pálida, con algunos rastros de acné juvenil presentes sobre su rostro y dueño de una sonrisa capaz de iluminar a la ciudad entera en un instante. El contador no pudo evitar suspirar melancólicamente al pensar que seguramente un chico así se encontraba fuera de su alcance. David, a pesar de ser un muchacho agradable, alto e inteligente, no podía a momentos, sentirse acomplejado por el hecho de usar anteojos y por la pálida cicatriz que cruzaba su cuello, producto de un accidente de infancia. Sin embargo, ese día, la buena fortuna estuvo de su lado. El joven de redondas mejillas se acercó a él, y como si estuviera frente a un amigo de años, empezó a conversar con él

— ¡Uff! Vaya noche aburrida, ¿verdad? — Le sonrió el chico de la sonrisa encantadora al de los anteojos — Si no llevara dos tequilas, te juro que me habría ido desde hace una hora.

— Sí, no lo digas. Te entiendo más de lo que crees — suspiró David, sintiendo que se sonrojaba un poco.

— Pero bueno, ahora que te encontré, creo que esto se puso un poco más interesante. ¿Quieres que te invite algo en lo que platicamos un poco?

— S-Sí. Mil gracias. Creo que algo de tomar no me vendría nada mal.

Después de que les entregaran a él y al chico de pálida piel un par de whiskies, la plática comenzó a fluir. En cuestión de minutos, ambos aprendieron que tenían en común algunas cosas, con un gran amor por los perros, las carreras NASCAR y un enorme desprecio por aquello dictado por las “buenas costumbres”

Antes de una hora, los dos se encontraban en el baño de hombres del antro, comenzando con un erótico mismo que culminaría con los dos teniendo sexo rudo en un pequeño motel de paso ubicado a unas cinco cuadras del antro. Tanta prisa tenían los dos, que poco más y se les olvidó usar protección esa vez. Pero el joven contador era precavido, y siempre que salía de fiesta, no olvidaba cargar con él una carterilla de preservativos. Los dos chicos utilizaron las últimas horas de la noche para amarse hasta sentir que la vida se les escapaba del cuerpo. Los amantes no sintieron temor alguno de ser escuchados gemir por los otros huéspedes temporales del motel. ¡Al contrario! Permitieron sin pudor que de sus gargantas se escaparan dulces gemidos y exclamaciones guturales. Entre besos y caricias, se fueron derritiendo los minutos, y sin que él se diera muy bien cuenta de cuándo, David se quedó dormido profundamente un rato. Al despertar, se dio cuenta de que se encontraba solo en la habitación. Después de tomar un baño rápido, vestirse y ponerse sus anteojos, él notó que en la mesilla de la habitación había una pequeña nota que decía “Espero pronto saber de ti. Llámame, guapo. Tom”, junto con un número telefónico y un corazoncillo dibujado. El contador sonrió con un niño pequeño, aún sin saber muy bien a dónde lo llevaría todo esto. Ni él, ni Tom, se imaginarían que casi dos años después, ambos seguirían atrapados dentro de ese juego de pasión en el que se metieron casi por accidente.

Poco a poco, se fueron aventurado a ir conociendo juntos senderos del placer a los que muchos no se atreven jamás a llegar. Aún otro tal vez se abría asustado al saber de los gustos en la cama de Tom, pero David no lo hizo. Él estaba tan aburrido del ritmo cotidiano de su vida, que el sentir algo nuevo, le recordó cómo es vibrar al ritmo de la vida. Sí, no era una relación de noviazgo tradicional, pero a ninguno de los dos les importaba mucho eso de los títulos. Sin embargo, con el paso de los días, se fueron acostumbrando a esos encuentros, y luego los esperaban con ansia cada semana. Sin esfuerzo alguno, habían entrelazado sus caminos.

Desde el principio fue algo tan sencillo, y al mismo tiempo, tan complicado como desprenderse por unos instantes de esa armadura impuesta por la sociedad. Los trajes que visten para ir a la oficina, quedan en el piso y lo único que queda entre los dos, es una desnudez absoluta de cuerpo y alma. La dureza de uno entra en el rincón más íntimo del cuerpo de su compañero, para después iniciar una danza de cuerpos que se mueven al ritmo más antiguo conocido por la humanidad. Ya después cada uno ve lo que hace con sus sentimientos o la falta de ellos. Al crecer, Tom se llevó una gran impresión al darse cuenta de la rapidez con la que se hoy en día se crean y se destruyen las relaciones humanas en esta época. Pero extrañamente, con el paso del tiempo, él entendió que tal vez eso no está tan mal. Quizás la vida no es como esas películas de princesas que él amaba cuando era un niño, con amores eternos y finales felices, pero eso es, irónicamente lo que la hace tan interesante.

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Billingual writer/music lover/tarot reader/Interested in the mysteries of the human mind misspatypixie@outlook.com

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